Viviendo el Paraiso

martes, 14 de septiembre de 2010

A ASOLAS CON DIOS

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¿Qué hacer cuando estas a solas con Dios?, Se sincero o sincera, desnuda tu corazón y no temas a ser rechazado, ten confianza en un Dios que te ama tanto que jamás te soltara. Y aunque por un tiempo todo parezca silencio, te darás cuenta que algo dentro tuyo habrá saltado de alegría.


Muchas veces se ha dicho que tenemos que orar. Tener una hora adecuada para estar con Dios, cerrar la puerta de tu habitación y “orar”. Suena sencillo, por ejemplo yo decido orar a las 9 de la noche y mientras mi familia mira una novela en la tv, yo voy a mi cuarto y cierro la puerta. Suena fácil. El problema es que al cerrar la puerta me encuentro solo entre las paredes y el silencio, imagino que ahí esta Dios, pero no logro imaginar nada mas, lo peor de todo es que no se que decir. Claro! Ya se… ¿Por qué no empezar con mis peticiones?. “Señor te pido, por mi, por mi papa, por mi mama, por mis hermanos, tíos, abuelitos, en si por todos mis familiares…eeee ayúdame a aprender matemáticas?”


¿Y ahora que digo?, ¿Qué es lo que decían los domingos en la iglesia cuando oran? ¿Alabado seas Señor? ¿Te amo mas que a mi vida? … ya no recuerdo mas… y a decir verdad, ¿Dios seguirá ahí escuchándome? ¿Y si rezo un padre nuestro?

Este es el problema de muchos jóvenes, niños, adultos y adultos mayores: No sabemos como orar. Esto sumado a que no al tratar de leer la Biblia casi no entendemos nada, hace de nuestro intento por buscar a Dios un inmediato fracaso.

Este es el problema de muchas personas que han tratado de imitar los formatos de oración vistos los domingos en la mañana y aunque todo parece bien y ya sabemos “como orar” supuestamente, nuestro corazón aun esta sediento de una verdadera amistad con Dios.

Por eso quisiera compartir lo que un cantante famoso de música cristiana escribió en uno de sus libros.

El autor nos habla sobre Ana, (1 Samuel 1, 1- 16)

Ana tenía todo lo que una mujer puede desear. Era bella, ese tipo de mujer que deja una estela de admiración entre las vecinas. Tenia un esposo que la amaba por sobre todas las cosas, su nombre: Elcana . Ana tenia una buena religión en busca del Dios de Israel. Pero no tenia lo mas valioso para una mujer: Tener un hijo. Y poniendo mas carga a su dolor, compartia su matrimonio con la otra mujer de su esposo, la cual si podía tener hijos, el nombre de esta mujer: Penina

Ese año, su esposo la llevo de vuelta a Silo, donde brindaban sacrificios a Dios. De alguna manera el viaje le sentaba bien. Casi siempre el semblante de Ana mejoraba después de estar en la casa de Dios.

La ceremonia dio inicio. Dos jóvenes sacerdotes invocaban al Señor y luego los peregrinos traían uno a uno sus ofrendas. Palomas, corderos, tortas y becerros. El cansado camino no había quitado nada de vigor a la devoción que brotaba en cada sacrificio. Un adorador lloraba en silencio mientras ponía sus manos sobre el pequeño animal y el sacerdote atravesaba con la cuchilla su cuello. En otro lugar, un niño recostado en el hombro de su padre escuchaba atento la explicación de todo aquel rito. Humo abundante, sangre en el suelo, olor a incienso, conciencias tranquilas.

Ana trajo su animal también. Una diminuta lagrima se derramo entre sus grandes pestañas negras.

Mas tarde en la cena…

- ¿Qué buena reunión no? – pregunto el esposo animosamente.

- Si, verdad – contesto Ana entre labios

Los hijos de Penina jugaban con la comida mientras ella trataba de controlarlos. Penina regresa de la cocina con el postre. Besa a Elcana y mientras se recuesta en su hombro mira a su hijos, y antes de sentarse clava sus ojos intrigantes en Ana.

Ana se levanta de la mesa, se pone su chal sobre la cabeza y abre la puerta. Elcana pregunta sobre saltado.

- ¿A dónde vas?

- A la tienda del Señor – respondió Ana.

- Pero Ana el servicio ya acabo, no hay nadie ahí… Ana espera… Ana…

La puerta se cerro. Ana corrió rápidamente hacia la tienda. Todavía se podía percibir el extraño olor a las cenizas y el incienso de los sacrificios. Ana se recostó sobre uno de los postes que sostenían la tienda.

Estaba completamente sola. Trato de orar, balbuceo algunas viejas oraciones de las que aprendió de su padre. Deseó tener al sacerdote cerca que la ayude a ofrecer su sacrificio otra vez. Seria más fácil si un programa la guiara en este extraño momento. Se sentía incomoda pues siempre había venido con algo en las manos… ahora las tenía vacías.

No sabia que decir, estaba hundida en el silencio… el largo silencio de su vida. El silencio del temor, de la costumbre, de estar frente a un Dios desconocido y no saber que hacer.

¿Qué se hace en momento así? ¿Qué es propio cantar o decir? Cada minuto es una hora y cada palpitar un año.

No hablas para evitar ofender. No articulas porque no te atreves, porque no te enseñaron. Quieres ser correcto. Temes que la sinceridad sea usada en tu contra. No quieres escuchar la respuesta prefabricada de muchos que te dijeron: Ten mas fe… algo hiciste mal… te falta oración.

Tampoco te comunicas porque no conoces el corazón de quien te escucha. Callas porque has estado delante de Dios muchas veces, actuando, siguiendo lo que otros hacen. Pero nunca conociste a quien estaba detrás de cada canción u oración en la iglesia. No pudiste leer el mensaje detrás del mensaje. No puedes ver a Dios, pero tampoco quieres que el vea tu corazón.

Por eso es que cada domingo en Latinoamérica se llena de millones de adoradores en los templos. Se recitan oraciones, se predica la palabra de Dios, pero muchos salen iguales. La misma costumbre nos ha enseñado a ir a “la casa de Dios” sin esperar encontrarnos con El.

Nos da miedo sentir la espera de escuchar o ver a Dios mientras lo buscamos.

¿Será posible que Ana fuera a “adorar” a Dios cada año sin sufrir algún cambio? Si, es posible. Hasta que llego un momento en que Ana decidió cruzar esa línea que divide la costumbre por buscar verdadera intimidad con Dios.

Esta vez, al mismo tiempo que el Sol caía, el manto de la pretensión se rasgaba en el alma de esta mujer. Como si un caudal saltara con toda su fuerza de la prisión rocosa en que estuvo retenido, el llanto brotó.

Ana lloro la intriga de Penina, lo hermoso de los niños ajenos y el temor de ser echada a un lado. Lamentó los años perdidos, los brazos que no sostuvieron a nadie. Lloro el vacío que dejo una vida sin una verdadera intimidad con Dios.

Su llanto abrió espacio en su alma para la fe. La búsqueda preparó su espíritu para una nueva revelación de Dios. En su angustia toco a Dios y en su toque la gracia se derramo. La gracia que hace posible lo imposible, nos toca cuando encontramos Su presencia.

Aquellos rasgos marcados por la tristeza en el rostro de Ana se mudaron en gestos de Alegría.

“Y se fue la mujer por su camino… y no estuvo mas triste” 1 Samuel 1, 18

Una vez que te encuentras con la presencia de Dios, no vuelves a ser el mismo. Eso sucedió con Ana, ya que la respuesta al pedido cambio su vida. Dios le concedió el deseo de su corazón y tuvo un niño a quien llamo Samuel, que significa “Pedido a Dios” – “Dios escucha”. Sí, el famoso Samuel, sacerdote profeta y líder de Israel, quien bendijo la vida de millones de personas y la sigue bendiciendo con su historia hoy en día.

¡El vacío en la oración se quiebra cuando descubrimos que nuestro Dios escucha!. En el instante que el nombre de Dios deja de ser congelado en la costumbre comenzamos un nuevo camino en el que Dios ya no es una idea, sino que es nuestro mejor amigo.

El cielo espera por gente que se atreva a llorar ante Dios, no por dolor, sino por un corazón abierto y sincero. Hay la imperiosa necesidad de transparencia en aquellos que se acercan a adorar. La capacidad de desnudar nuestra alma es lo que nos lleva al punto de cambio. Una generación que conoce a su Dios.

¿Qué hacer cuando estas a solas con Dios?, Se sincero o sincera, desnuda tu corazón y no temas a ser rechazado, ten confianza en un Dios que te ama tanto que jamás te soltara. Y aunque por un tiempo todo parezca silencio, te darás cuenta que algo dentro tuyo habrá saltado de alegría.

Hay algo dentro de nosotros que lleva toda nuestra esencia como hijos de Dios, incluso cuando muramos dejaremos nuestro cuerpo y ese algo subirá al cielo y a pesar no tengamos cuerpo seguiremos vivos. Ese algo es nuestro espíritu. Y aunque no sintamos nada en nuestra habitación, y muchas veces pareciera que estamos solos, nuestro espíritu que es la parte mas importante de nuestro ser, habrá estado conversando y abrazando a Dios aunque nosotros no nos hallamos dado ni cuenta.

No te conformes en ir a un grupo de oracion, comunidad o iglesia, aprender las canciones cristianas de moda y copiar los estilos de oración que ahi encuentras. Descubre una verdadera amistad con Dios. Vive una historia de amor entre solo tu y El. Pues si se puede.
Así que animo, entra a tu habitación, o a un lugar donde puedas estar a solas con Dios, se sincero con el, confía en el y saborea de su amor. El esta vivo, yo lo he comprobado.

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